Leyes de seguridad, narcos, economía y… ¿el amor en tiempos del 14 de febrero?

Leyes de seguridad, narcos, economía y… ¿el amor en tiempos del 14 de febrero?

Por Juan Azcarraga Mis queridos lectores, hoy nos toca hablar de un cóctel explosivo: seguridad, crimen, economía y,

Por Juan Azcarraga

Mis queridos lectores, hoy nos toca hablar de un cóctel explosivo: seguridad, crimen, economía y, como estamos en febrero, el amor. Porque sí, el INEGI —que últimamente parece más un astrólogo con datos duros que una institución seria— ha decidido regalarnos, justo en este mes, un hallazgo que ni San Valentín podría haber soñado: 6 de cada 10 mexicanos están felices en el amor. Pero antes de ponernos románticos, vamos con los temas que nos quitan el sueño.

El Gran Hermano nos vigila (pero es medio distraído), Resulta que el gobierno ha decidido que es momento de rehacer todas las leyes de seguridad porque, al parecer, el crimen organizado no se está organizando solo. Así que han decidido mandar al Congreso un par de iniciativas de ley para implementar un cambio de paradigma, que es una frase elegante para decir: “Vamos a arrestar a un montón de gente”, pero luego los soltamos porque se nos olvidó probar que eran culpables. Hasta ahora, van 11 mil detenciones y la mayoría ya están otra vez en la calle. Si usted cree que los políticos trabajan lento, imagine la justicia mexicana.

Ahora viene la parte realmente que da miedo y no es un decir es realmente peligrosa: se creará una base de datos de seguridad en la Secretaría de Seguridad Ciudadana de Omar García Harfuch. Ahí se meterá todo (así, en mayúsculas imaginarias): datos de criminales, delitos menores, placas de autos, expedientes judiciales y, si te descuidas, hasta el chisme de que Juanito le puso el cuerno a Lupita.

La pregunta es: ¿quién va a manejar esta información? Porque en buenas manos podría ser un arma letal contra el crimen, pero en malas… bueno, imaginen a un policía en Guerrero, Guanajuato o Tijuana —donde los carteles controlan hasta la venta de tamales— teniendo acceso a todos los datos personales y biométricos de los ciudadanos. Extorsión, secuestros, ajustes de cuentas, todo servido en bandeja de plata.

Y si eso no era suficiente, ahora resulta que no se podrán vender celulares sin registrarlos en una gran base de datos que exige inclusive los datos del INE, o sea la que incluye tus huellas digitales o el iris de tu ojo. Básicamente, nos quieren vigilar con más entusiasmo que un(a) ex tóxico revisándote el WhatsApp y tus redes sociales.

Esto ya lo había prohibido la Corte en tiempos de AMLO, pero claro, si el gobierno no puede pedirte los datos directamente, se los consigue con trampitas pidiendo esto por temas de seguridad e incluyendo la información del INE. Y así, un buen día, tu información personal termina en manos de cualquier empleado de seguridad con acceso a la base.

¿Nos están protegiendo del crimen o facilitándoles el negocio?

Mientras aquí seguimos reinventando la inseguridad, en Estados Unidos ya están clasificando a los cárteles como organizaciones terroristas. ¿Por qué? Porque, casualmente, un día antes de arrestarlo, asesinaron a un holandés que era enlace del Mayo Zambada con Europa. Esto significa que el narco está más infiltrado en el gobierno que un “chismoso oficial” en el grupo de WhatsApp de la familia.

Los estadounidenses, que no nacieron ayer, ya entendieron que aquí los narcos y los políticos están jugando a las escondidillas, pero sin querer encontrarse. Así que nos presionan para que “dejemos de ser un narco-Estado” (sus palabras, no las mías).

Ahora Mientras en México debatimos si estamos en una democracia o en un capítulo de Narcos: Edición Legislativa, el CEO de Nissan, Makoto Uchida, nos dio una noticia para ponernos a sudar: si hay impuestos o aranceles en EE.UU., Nissan podría mover su producción. Lo mismo dejó ver General Motors.

O sea, no se van a ir de México —porque aquí hay mercado— pero si les ponen aranceles, la producción para EE.UU. se la llevan a otro lado. Y Trump, que sigue amenazando con impuestos a todo lo que respire, no ayuda mucho.

Pero no todo es tragedia. En enero, el consumo creció casi 2% y el peso, que últimamente se comporta como un adolescente bipolar, cerró el viernes en 20.30. Algo es algo, dijo el optimista.

Y ahora, el amor (porque es febrero y el INEGI se puso romántico)

Cerramos con el dato más ridículo pero esperanzador de la semana: el INEGI dice que 6 de cada 10 mexicanos están felices con su vida amorosa. Y qué curioso que esto lo publiquen en febrero, mes en el que la industria de las flores, los chocolates y las cenas carísimas se pone a trabajar a doble turno.

Mi duda es: ¿Quiénes son esos felices? Porque si encuestaron a casados, lo más probable es que mintieron por miedo a que su pareja leyera la encuesta. Y si encuestaron a divorciados, esos sí han de estar felices, pero de haberse librado.

En fin, queridos lectores, entre bases de datos que dan miedo, narcos que parecen políticos y políticos que parecen narcos, al menos nos queda la esperanza de que el amor sobrevive. Aunque sea con margen de error.

Nos leemos pronto, si Cupido o el Congreso no nos interceptan antes.