De abismos y promesas, o cómo México se pone creativo para sobrevivir.

De abismos y promesas, o cómo México se pone creativo para sobrevivir

Por Juan Azcarraga Hoy es viernes 17 de enero de 2025, y México, como siempre, nos regala la

Por Juan Azcarraga

Hoy es viernes 17 de enero de 2025, y México, como siempre, nos regala la dosis semanal de adrenalina y surrealismo. El INEGI, ese aguafiestas institucional, nos informa que la inversión productiva cayó 4.6% en octubre, encadenando dos meses de retroceso. Desde 2021 no teníamos un descalabro así, lo cual es un récord que nadie quería romper. Es como cuando llevas 45 meses a dieta y alguien te trae un pastel de chocolate tamaño industrial.

Pero este no es un simple bache, amigos. Aquí no hay frenazo, hay un cambio de rumbo, y no precisamente hacia el paraíso. La construcción, que en otros países es sinónimo de progreso, aquí se vino abajo con un desmoralizante -11%. Y dentro de eso, las obras no residenciales, las más vinculadas a la inversión pública, cayeron 16.3%. ¿La razón? Se terminaron las “megaobras” del sexenio pasado. Ya saben, esas que construimos entre aplausos y debates, pero que ahora parecen maquetas abandonadas en el desierto.

¿Todo está perdido? No del todo. En medio del desastre, la compra de maquinaria y equipo subió 4.2%. Sí, ya sé que parece poco, pero aquí celebramos hasta los goles de chiripa. Especialmente notable fue el crecimiento en equipo de transporte: 10.2% en productos nacionales y 7.3% en importados. Esto demuestra que los mexicanos, aunque no tengamos rumbo claro, al menos sabemos movernos.


Por otro lado, la inversión privada sigue siendo la única luz en este túnel oscuro, creciendo 2.7%. Eso sí, hay señales de que también podría estancarse pronto. ¿Por qué? Porque entre las reformas constitucionales que generan incertidumbre y el coctel explosivo de inseguridad, es difícil convencer a alguien de que invierta aquí sin un sedante de por medio.

Para contrarrestar el desastre, el gobierno lanzó esta semana el Plan México, una mezcla de promesas y buenos deseos que busca reactivar la inversión privada. Entre las novedades destacan el “decreto para la relocalización” (que, seamos sinceros, suena más a estrategia de mudanza que a plan económico) y la prometida Ley de Simplificación y Digitalización, que según los expertos es como decir que vamos a arreglar el tráfico inventando autos voladores.

La frase “el diablo está en los detalles” nunca había tenido tanto peso. Las empresas necesitan más que trámites simples o discursos esperanzadores. Necesitan reglas claras, seguridad jurídica y algo que aquí parece ciencia ficción: un gobierno que no cambie las reglas del juego a mitad del partido.


Y por si las cosas no fueran lo suficientemente complicadas, el lunes 20 de enero, Donald Trump vuelve al escenario mundial como presidente de Estados Unidos. Entre sus promesas de campaña destaca designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Si eso sucede, nuestro panorama financiero se transformará en una película de terror con tintes apocalípticos.

¿Se imaginan lo que significaría? Bancos embargando cuentas, empresas siendo sancionadas, y las remesas, ese salvavidas económico para millones, bajo la lupa como nunca antes. Si esto avanza, las instituciones financieras mexicanas tendrían que revisar sus cuentas con una precisión quirúrgica, lo cual aquí suena más a un mal chiste que a una posibilidad real.

Mientras tanto, nuestra oposición política sigue tratando de encontrar su voz. Jorge Romero, líder del PAN, ha apostado por los municipios al nombrar a Mauricio Tabe como coordinador nacional de alcaldes. Y aunque el esfuerzo suena interesante, aquí sabemos que más vale que esos alcaldes trabajen con una buena dosis de creatividad porque los recursos federales son tan escasos como un político honesto en periodo electoral.

Por otro lado, la presidenta Sheinbaum convocó esta semana a todos los gobernadores y alcaldes del país para “dialogar”. La palabra suena bonita, pero en la práctica ya sabemos cómo termina esto: una foto de grupo con sonrisas forzadas y promesas que nadie piensa cumplir.

Pero si algo nos caracteriza a los mexicanos es que sabemos reírnos incluso cuando todo se desmorona. Mi amigo Memo, el mismo que una vez intentó hacer una cata de mezcal en plena lluvia torrencial, me decía ayer: “Juanito, México es como una fiesta en la que siempre falta algo, pero nadie quiere irse porque la música está buena”.

Y tiene razón. Entre los descalabros económicos, las amenazas externas y los eternos debates políticos, aquí seguimos, bailando al ritmo de un país que nunca deja de sorprendernos.

Feliz viernes, y que no falte el humor, porque en México, si no te ríes, te lleva el diablo.