Por Juan Azcarraga.
México, siempre innovador en el arte de la diplomacia creativa, decidió que la mejor manera de fortalecer la relación con Estados Unidos era con un regalo inesperado: 29 criminales de alta peligrosidad, bien empacaditos, directo a su territorio. Un detallazo que, por pura coincidencia (¡ajá!), llegó el mismo día de la reunión de alto nivel entre el canciller Juan Ramón de la Fuente y su comitiva de lujo: los secretarios de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez; de Defensa, Luis Cresencio Sandoval; de Marina, José Rafael Ojeda, y de Gobernación, Luisa María Alcalde. Del otro lado de la mesa, Marco Rubio encabezaba su propio escuadrón con el fiscal general Merrick Garland, el secretario de Seguridad Nacional Alejandro Mayorkas y el secretario de Estado Antony Blinken.
En otras palabras, mientras en la sala de reuniones se hablaba de cooperación, estrategias y seguridad binacional, en el aeropuerto de Matamoros alguien estaba etiquetando las maletas con la leyenda “con cariño, desde México”. Un gesto de amistad que, en el lenguaje de la realpolitik, equivale a llegar a una fiesta con un pastel que puede o no estar envenenado.
Pero mientras estos juegos diplomáticos nos mantenían entretenidos, en el mundo real la cosa se ponía fea: Trump, como niño rico enojado, decidió que los aranceles “van en serio” a partir del 4 de marzo. Canadá respondió con más aranceles y, en un giro digno de película de acción, el Primer Ministro de Ontario amenazó con cortarle la luz a varios estados de EE.UU. Alguien en Canadá se tomó muy en serio la frase “si no juegas según mis reglas, te desconecto”.
¿Y México? Ah, México. Nosotros seguimos diciendo que tenemos un plan A, B, C o D, lo que en realidad significa que estamos improvisando. Porque, mientras nuestros vecinos reaccionan con medidas drásticas, aquí seguimos esperando al 9 de marzo para decidir qué hacer. Es como ese amigo que no estudia para el examen, pero confía en que algo se le ocurrirá en el momento.
Por si fuera poco, las plantas industriales ya están tomando en serio la guerra comercial. Honda, por ejemplo, anunció que trasladará la producción del Civic a EE.UU. Al parecer, el nearshoring—esa promesa dorada que nos iba a traer 40 mil millones de dólares anuales en inversión—se quedó en un “te juro que ya casi llega”. Porque, aunque la inversión extranjera directa alcanzó los 36,872 millones de dólares, no es ni de lejos lo que nos vendieron.
Aquí es donde surgen dos versiones:
• Los catastrofistas, que dicen que estamos al borde del colapso.
• Los optimistas, que aseguran que rompimos récords históricos.
Ambas tienen algo de razón. Sí, la inversión no creció como se esperaba, pero tampoco desapareció. Empresas como Home Depot, AstraZeneca y Netflix siguen apostando por México. Claro, eso no quita que sigamos con problemas básicos como la falta de energía eléctrica, lo cual hace que lo de Canadá desconectando la luz a EE.UU. sea aún más irónico: aquí ni siquiera necesitamos un enemigo para quedarnos sin luz, lo hacemos solitos.
Y mientras Trump sigue con su política de apretar el cinturón a México, nosotros seguimos con la estrategia de la paciencia… o de la espera indefinida. Porque, en este juego de la diplomacia, lo único seguro es que la incertidumbre va a seguir cobrando aranceles.
Así que, estimado lector, vaya haciendo su propio plan A, B, C o D. Porque si algo nos ha enseñado esta semana es que, en la vida, como en la política, siempre es bueno llevar maletas bien preparadas… aunque no sean de criminales.